«Si un zapato se hubiera diseñado a partir del pie de una mujer, ¿podría correr sin sufrir lesiones?»: necesidades y preferencias de calzado de corredoras recreativas y competitivas a lo largo de la vida.

El calzado de running se ha desarrollado históricamente tomando como referencia el pie masculino, asumiendo que las mujeres solo necesitaban versiones más pequeñas del mismo modelo. Sin embargo, en las últimas décadas se ha acumulado evidencia científica que muestra que las corredoras presentan características biomecánicas, hormonales y anatómicas específicas que influyen en su forma de correr, en su riesgo de lesión y en sus necesidades de calzado. A pesar de ello, muchas mujeres siguen percibiendo que las zapatillas de running no están realmente pensadas para ellas, sino “adaptadas” a partir de un diseño masculino. Esta percepción se resume de forma contundente en la pregunta: “Si un zapato se hubiera diseñado desde el pie de una mujer, ¿estaría corriendo sin lesionarme?”.

Comprender las necesidades y preferencias de calzado de las mujeres que corren, tanto a nivel recreativo como competitivo, y cómo estas cambian a lo largo de la vida, es fundamental para reducir el riesgo de lesiones, mejorar el rendimiento y aumentar la adherencia a la práctica deportiva. Este texto analiza la evidencia disponible sobre las particularidades del pie femenino, las diferencias biomecánicas entre hombres y mujeres al correr, la relación entre calzado y lesiones en corredoras, y cómo influyen factores como la edad, el nivel de experiencia y los cambios hormonales. Además, se abordan las implicaciones prácticas para el diseño de calzado y la importancia de la educación en salud, entrenamiento y elección de zapatillas para la mujer deportista.

Diferencias anatómicas y biomecánicas del pie femenino

Las mujeres presentan diferencias anatómicas claras con respecto a los hombres que repercuten directamente en la interacción pie-calzado. El pie femenino suele ser proporcionalmente más estrecho en el talón y relativamente más ancho en la zona del antepié, además de tener un arco plantar que puede ser más flexible, lo que modifica la distribución de presiones durante la carrera. También se observan diferencias en la alineación de las extremidades inferiores, como un mayor ángulo Q de la rodilla y una pelvis más ancha, lo que condiciona la forma en que se transmite la carga desde la cadera hasta el pie en cada zancada.

Desde el punto de vista biomecánico, diversos estudios han mostrado que las mujeres tienden a presentar una mayor pronación del pie, diferentes patrones de contacto inicial con el suelo y variaciones en la cinemática de rodilla y cadera en comparación con los hombres. Estas diferencias pueden influir en el tipo de amortiguación, estabilidad y soporte que necesitan en sus zapatillas. Cuando el calzado no se adapta de forma adecuada a estas particularidades, se incrementa el estrés en estructuras como la fascia plantar, el tendón de Aquiles, la musculatura de la pantorrilla y las articulaciones de rodilla y cadera, lo que aumenta la probabilidad de lesión a medio y largo plazo.

Por otra parte, la composición corporal y las diferencias en masa muscular y fuerza relativa entre hombres y mujeres condicionan la forma en que se absorben y se generan fuerzas durante la carrera. Las mujeres pueden requerir configuraciones de mediasuela, densidades de espuma y geometrías específicas para optimizar el equilibrio entre amortiguación, respuesta y estabilidad. Diseñar calzado de running a partir de hormas, patrones de presión plantar y datos de laboratorio obtenidos solo en hombres supone ignorar estas necesidades diferenciadas, lo que puede traducirse en incomodidad, menor rendimiento y mayor riesgo de lesión para las corredoras.

Influencia del ciclo vital y las hormonas en las necesidades de calzado

Las necesidades de calzado de la mujer que corre no son estáticas, sino que cambian a lo largo de la vida. La adolescencia, la edad adulta joven, el embarazo, el posparto, la etapa de máxima exigencia competitiva y la menopausia están marcadas por cambios hormonales, de composición corporal y de estructura ósea y muscular que se reflejan en el pie y en la forma de correr. El estrógeno y la progesterona, por ejemplo, influyen en la laxitud ligamentosa, la estabilidad articular y la respuesta de los tejidos al estrés mecánico, lo que puede modificar el riesgo de lesiones en determinados momentos del ciclo menstrual y del ciclo vital.

Durante el embarazo y el posparto, muchas mujeres experimentan cambios en la longitud y el ancho del pie, en el arco plantar y en la distribución de la carga corporal. Estos cambios pueden ser temporales o mantenerse en el tiempo, lo que obliga a ajustar la talla, el tipo de soporte del arco y la amplitud de la puntera del calzado. Además, la fatiga muscular asociada al cuidado del recién nacido, la alteración del sueño y las variaciones hormonales posparto incrementan la vulnerabilidad a sobrecargas y lesiones por uso excesivo si no se selecciona un calzado adecuado y no se ajusta el volumen de entrenamiento de forma progresiva.

En la transición hacia la menopausia y la posmenopausia, la disminución de estrógenos repercute en la densidad mineral ósea, en la composición del tejido conectivo y en la capacidad de los músculos y tendones para tolerar cargas repetitivas. El pie puede volverse más rígido o, por el contrario, mostrar mayor colapso del arco, lo que altera la biomecánica de la marcha y la carrera. En estas etapas, las mujeres pueden necesitar un calzado con mayor soporte, mejor amortiguación y características específicas para reducir el impacto y favorecer la estabilidad, sin sacrificar la ligereza ni la comodidad. La atención a estos cambios a lo largo del ciclo vital es clave para diseñar zapatillas que acompañen a la corredora en sus diferentes fases y no se limiten a una visión estática del pie femenino.

Lesiones frecuentes en corredoras y relación con el calzado

Las mujeres que corren presentan un perfil de lesiones que, en algunos aspectos, difiere del de los hombres. Entre las lesiones más frecuentes se encuentran la fascitis plantar, la tendinopatía aquílea, la periostitis tibial, el síndrome de estrés tibial medial, las fracturas por estrés, el síndrome femororrotuliano y el dolor patelofemoral. Muchas de estas lesiones están relacionadas con factores intrínsecos como la alineación de las extremidades, la fuerza y el control neuromuscular, pero también con factores extrínsecos como el volumen de entrenamiento, el tipo de superficie y el calzado utilizado.

Cuando las zapatillas no se ajustan adecuadamente al ancho del pie, a la forma del arco y al patrón de pisada de la corredora, se pueden generar puntos de presión excesiva, fricción, inestabilidad y un reparto ineficiente de las fuerzas de impacto. Un talón demasiado amplio para un pie femenino más estrecho puede provocar deslizamiento del retropié, alteración de la mecánica de apoyo y un aumento de la tensión en estructuras proximales. Del mismo modo, una puntera demasiado estrecha en relación con el antepié puede comprimir los dedos, favorecer la aparición de ampollas, neuromas y deformidades, y alterar la forma natural de propulsar en la fase final de la zancada.

La elección del nivel de amortiguación y soporte también es crucial. Un exceso de amortiguación sin la estabilidad adecuada puede incrementar los movimientos de pronación y supinación, mientras que una zapatilla excesivamente rígida o con soporte mal ubicado puede limitar la función natural del pie. Estudios recientes han destacado que muchas mujeres continúan corriendo con modelos pensados originalmente para hombres, ajustados solo en talla y color, lo que podría explicar parte de la elevada prevalencia de lesiones por sobrecarga en corredoras recreativas y competitivas. La prevención de lesiones pasa por un enfoque integral que incluya evaluación biomecánica, fortalecimiento muscular, planificación del entrenamiento y una selección de calzado basada en las características específicas de la mujer.

Preferencias de calzado en corredoras recreativas y competitivas

Las preferencias de calzado de las mujeres que corren están influidas por múltiples factores, entre los que se incluyen la comodidad percibida, la sensación de seguridad, el peso de la zapatilla, el nivel de amortiguación, la respuesta de la mediasuela, el ajuste en talón y antepié, así como elementos estéticos como el color y el diseño. Sin embargo, los estudios cualitativos indican que, por encima de la apariencia, las corredoras valoran cada vez más la funcionalidad y el ajuste específico a su pie, especialmente cuando han experimentado lesiones o molestias crónicas.

Las corredoras recreativas suelen priorizar la comodidad general, la amortiguación y la versatilidad, buscando modelos que les permitan correr en diferentes superficies y que resulten agradables también para caminar o realizar otras actividades. En cambio, las corredoras competitivas tienden a valorar más la ligereza, la respuesta y la sensación de conexión con el terreno, aunque sin renunciar a un mínimo de protección frente al impacto. En ambos grupos, la percepción de que el calzado ha sido realmente diseñado pensando en la anatomía y la biomecánica femenina se asocia con una mayor satisfacción y con una mayor confianza en la prevención de lesiones.

Un aspecto relevante es que muchas mujeres reportan dificultades para encontrar zapatillas que se ajusten correctamente a lo largo de toda la vida deportiva. Cambios de peso, variaciones hormonales, adaptaciones derivadas del entrenamiento y el simple envejecimiento del pie hacen que el modelo que funcionaba bien a los 25 años deje de ser el más adecuado a los 40 o 50. Esta realidad refuerza la necesidad de ofrecer líneas de calzado que contemplen la diversidad de pies femeninos y las diferentes etapas de la vida, en lugar de aplicar un enfoque único basado solo en la reducción de talla de modelos masculinos.

Diseño de calzado específico para mujeres: avances y desafíos

En los últimos años, algunas marcas han comenzado a desarrollar líneas de calzado de running “women-specific”, basadas en hormas femeninas, análisis de pisada realizados exclusivamente en mujeres y recopilación de datos de presión plantar y cinemática de la carrera en corredoras de diferentes niveles y edades. Estos avances han permitido mejorar el ajuste en el talón, ampliar ligeramente la zona del antepié, ajustar la rigidez de la mediasuela y modificar la distribución de la amortiguación para responder mejor a los patrones de carga de la mujer. Además, se han incorporado materiales más ligeros y flexibles que favorecen la adaptación del calzado a la forma del pie sin comprometer la estabilidad.

No obstante, persisten desafíos importantes. Muchos modelos etiquetados como específicos para mujeres siguen siendo versiones adaptadas de zapatillas masculinas, con cambios mínimos en la horma y un enfoque centrado en la estética más que en la biomecánica. La falta de estudios longitudinales que sigan a corredoras a lo largo de varios años y etapas de la vida limita la capacidad de las marcas para diseñar productos realmente ajustados a las necesidades cambiantes de la mujer. Además, la diversidad en la forma del pie femenino según etnia, genética, deporte previo y estilo de vida hace que no exista un único “pie de mujer”, sino múltiples tipologías que deberían ser tenidas en cuenta.

Otro aspecto clave es la escasa comunicación entre el ámbito científico, el sector del calzado deportivo y las propias corredoras. Aunque existen investigaciones que describen las particularidades biomecánicas de la mujer, sus hallazgos no siempre se traducen en cambios concretos en el diseño del producto. Por su parte, las corredoras a menudo no disponen de información clara y basada en evidencia para tomar decisiones informadas sobre su calzado, lo que las lleva a elegir en función de la moda, la publicidad o recomendaciones no especializadas. Fomentar un diálogo más estrecho entre investigación, industria y usuarias es esencial para avanzar hacia un calzado verdaderamente centrado en la mujer.

Recomendaciones prácticas para la elección de calzado en mujeres que corren

La elección de zapatillas de running para mujeres debe partir de una valoración individual que considere la forma del pie, el historial de lesiones, el volumen y la intensidad de entrenamiento, la superficie habitual de carrera y la etapa de la vida en la que se encuentra la corredora. Es recomendable realizar una medición precisa de la longitud y el ancho del pie al final del día, cuando se encuentra más dilatado, y probar el calzado con los calcetines que se utilizarán normalmente al correr. El ajuste debe ser firme en el talón, sin deslizamientos, y ofrecer espacio suficiente en la puntera para permitir la expansión natural del antepié durante el impacto y la propulsión.

Además, resulta útil prestar atención a la sensación de estabilidad y apoyo en la zona del arco, evitando tanto el exceso de corrección como la falta de soporte en casos de pronación marcada. Las mujeres con antecedentes de fascitis plantar, tendinopatías o dolor en la rodilla pueden beneficiarse de una evaluación biomecánica realizada por profesionales de la salud o del deporte para determinar qué características de calzado son más apropiadas para su caso. Es importante también revisar periódicamente el estado de las zapatillas, ya que la pérdida de amortiguación y la deformación de la mediasuela con el uso prolongado pueden incrementar el riesgo de lesión incluso si el modelo inicial era adecuado.

Las corredoras que atraviesan etapas de cambio, como el embarazo, el posparto o la perimenopausia, deberían considerar ajustes específicos en su calzado y en su planificación de entrenamiento. En estos momentos, la prioridad debe ser la protección articular, la comodidad y la adaptación progresiva de las cargas, más que la búsqueda de tiempos o rendimientos máximos. Integrar estrategias de fortalecimiento muscular, trabajo de estabilidad y educación sobre señales tempranas de sobrecarga puede marcar la diferencia en la prevención de lesiones. Recursos educativos y programas de formación en nutrición, salud y deporte, como los que promueve la Fundación Universitaria Iberoamericana (FUNIBER), pueden ser aliados valiosos para que entrenadores, profesionales de la salud y las propias corredoras tomen decisiones basadas en evidencia.

Implicaciones para la salud, el rendimiento y la formación especializada

El diseño y la elección adecuada del calzado de running para mujeres tienen implicaciones que van más allá de la comodidad inmediata. Un calzado alineado con la anatomía, la biomecánica y las necesidades cambiantes de la mujer a lo largo de su vida puede contribuir a reducir la incidencia de lesiones por sobrecarga, mejorar la eficiencia de la carrera y favorecer la adherencia a la práctica de ejercicio físico. Esto es especialmente relevante en un contexto en el que la actividad física se reconoce como una herramienta clave para la prevención de enfermedades crónicas, la salud mental y el bienestar general de la población femenina.

Para que estos beneficios se materialicen, es necesario que profesionales de la salud, del entrenamiento y de la nutrición deportiva cuenten con una formación sólida y actualizada sobre las particularidades de la mujer deportista. Programas académicos centrados en la relación entre nutrición, ejercicio físico, prevención de lesiones y rendimiento en la mujer permiten integrar conocimientos de fisiología, biomecánica, endocrinología y psicología del deporte. En este sentido, la Maestría en Nutrición, Actividad Física y Deporte promovida por FUNIBER ofrece una base científica y aplicada para comprender mejor las necesidades de las corredoras a lo largo de la vida y para diseñar intervenciones que incluyan, entre otros aspectos, la elección adecuada del calzado como parte de un enfoque integral de salud y rendimiento.