El reto nutricional del cáncer gástrico y la gastrectomía total
El cáncer gástrico se sitúa entre los tumores más frecuentes en el mundo y es una de las principales causas de muerte por cáncer. En muchos casos, la opción terapéutica más efectiva es la gastrectomía, es decir, la extirpación parcial o total del estómago. Aunque este procedimiento mejora el pronóstico oncológico, conlleva importantes consecuencias digestivas y metabólicas que afectan de forma directa al estado nutricional y a la calidad de vida de los pacientes. Tras una gastrectomía total, la capacidad de almacenar alimentos desaparece, la digestión se altera de manera profunda y se incrementa el riesgo de malnutrición, pérdida de peso, sarcopenia y reingresos hospitalarios. Diversos estudios han demostrado que hasta un 98 % de los pacientes pierde peso después de la intervención, y que tanto la pérdida ponderal como la desnutrición se asocian con peor supervivencia y peor calidad de vida. En este contexto, cobra especial relevancia el diseño de estrategias capaces de proteger el estado nutricional y el bienestar global de las personas intervenidas.
La rehabilitación en el hogar tras la cirugía es un periodo crítico. Los pacientes suelen mantener una dieta restringida, con ingestas reducidas y baja tolerancia a ciertos alimentos, a la vez que afrontan síntomas como náuseas, vómitos, diarrea, dumping, reflujo o disfagia. Esta combinación de limitaciones físicas y síntomas digestivos condiciona lo que el paciente puede comer, cuánto come y cómo se siente. Aunque la evaluación de la calidad de vida está bien establecida en oncología, siguen siendo escasas las intervenciones específicamente diseñadas para mejorarla después de una gastrectomía total, especialmente en determinados contextos geográficos. Entre las medidas propuestas se incluyen el ejercicio físico, la educación para la salud, los protocolos de autocuidado y el apoyo psicosocial, pero el componente nutricional sigue siendo un pilar que, con frecuencia, no se explota en toda su potencialidad.
Un ensayo clínico sobre consejería nutricional individualizada
Ante estas dificultades, un grupo de investigadores en Irán llevó a cabo un ensayo clínico aleatorizado para analizar el impacto de la consejería nutricional individualizada en pacientes con cáncer gástrico sometidos a gastrectomía total. El estudio, desarrollado en el Instituto del Cáncer del Hospital Imam Khomeini y en el Hospital Firouzgar entre febrero de 2023 y abril de 2024, incluyó a 66 pacientes de entre 20 y 65 años, todos con diagnóstico de cáncer gástrico y sometidos a gastrectomía total. Los participantes se asignaron al azar a dos grupos: uno recibió un programa intensivo de consejería nutricional individual (grupo de intervención) y el otro recibió únicamente la educación nutricional estándar antes del alta hospitalaria (grupo control). Finalmente, se analizaron los datos de 59 personas, aplicando además un análisis por intención de tratar para conservar la solidez estadística de los resultados.
Ambos grupos recibieron, antes del alta, una sesión estándar de educación nutricional, centrada en explicar el progreso dietético típico tras la cirugía, desde la dieta líquida hasta la semisólida y sólida durante los primeros dos meses. Sin embargo, solo el grupo de intervención contó con un programa estructurado de ocho sesiones semanales de consejería nutricional individualizada, diseñado en base a un protocolo detallado que tenía en cuenta el estado fisiológico, los síntomas, la evolución del tratamiento y el ritmo de recuperación de cada paciente. Este diseño permitió comparar la atención estándar frente a un acompañamiento nutricional continuo y personalizado, con especial atención al impacto sobre la calidad de vida, el peso y el índice de masa corporal.
Cómo se diseñó y aplicó la intervención nutricional
El programa de consejería nutricional individualizada se apoyó en un equipo multidisciplinar formado por cirujanos y nutricionistas, y en una coordinación estrecha con el equipo oncológico. Esta integración facilitó ajustar la intervención según cambiaban las condiciones clínicas y las necesidades de cada paciente. La intervención se estructuró en cuatro fases en cada sesión: evaluación, identificación de problemas, intervención y seguimiento. En primer lugar, se evaluaba el estado nutricional mediante datos antropométricos y el cuestionario abreviado PG-SGA-SF, prestando especial atención al cambio de peso, la ingesta de alimentos, los síntomas de impacto nutricional y el nivel de actividad. A continuación se identificaban problemas concretos, como pérdida de apetito, disfagia, saciedad precoz o alteración del gusto, y se analizaban sus posibles causas.
Con esta información, el nutricionista elaboraba un plan de alimentación adaptado a la tolerancia, necesidades energéticas y preferencias de cada persona. Esto incluía recomendaciones sobre frecuencia de comidas, consistencia de los alimentos, técnicas culinarias y selección de productos ricos en proteínas y energía que pudieran ingerirse en volúmenes reducidos. Dado que muchos pacientes se encontraban en tratamiento quimioterápico adyuvante, las pautas se ajustaron a las fases del tratamiento y a la aparición de efectos secundarios, siguiendo las recomendaciones de la American Cancer Society. El seguimiento se centró en revisar el peso, valorar la ingesta a través de recordatorios de 24 horas, reforzar la adherencia y resolver dudas. Cada sesión se realizaba con la participación de un familiar, lo que favoreció el apoyo social, la motivación y la coherencia de las pautas dentro del hogar.
La primera sesión fue presencial, antes del alta, e incluyó una explicación amplia sobre la enfermedad, la dieta tras la gastrectomía total, las precauciones y la gestión de posibles complicaciones. Las siete sesiones siguientes se realizaron en formato no presencial, manteniendo una frecuencia semanal y combinando educación, resolución de problemas y reajuste del plan de comidas. Además de los aspectos puramente dietéticos, se ofrecieron orientaciones sobre actividad física y se insistió en la detección temprana de síntomas como dumping, reflujo o náuseas para ajustar de manera rápida el patrón de alimentación. El grupo control, en cambio, no recibió este acompañamiento semanal y se limitó a la información nutricional habitual proporcionada antes del alta hospitalaria.
Evaluación de la calidad de vida y del estado nutricional
Para valorar el impacto de la intervención sobre la calidad de vida se emplearon dos herramientas validadas ampliamente utilizadas en oncología. La primera fue el cuestionario EORTC QLQ-C30, que evalúa la calidad de vida global, cinco escalas funcionales (función física, de rol, emocional, cognitiva y social) y múltiples síntomas como fatiga, dolor, náuseas y vómitos, disnea, insomnio, pérdida de apetito, estreñimiento, diarrea y problemas financieros. La segunda herramienta fue el módulo específico para cáncer gástrico EORTC QLQ-STO22, que explora cuestiones como disfagia, dolor abdominal, reflujo, restricciones para comer, ansiedad, imagen corporal, sequedad de boca, alteración del gusto y caída del cabello. En ambas escalas, las puntuaciones más altas en las dimensiones funcionales y de salud global indican mejor calidad de vida, mientras que en las escalas de síntomas, puntuaciones más altas reflejan mayor intensidad de malestar.
El estado nutricional se valoró de forma complementaria mediante el cuestionario PG-SGA SF, que se centró en cambios de peso, modificaciones en la ingesta y síntomas que interfieren con la alimentación, aunque la puntuación total de este instrumento no se utilizó como desenlace principal. Además, se registraron el peso y el índice de masa corporal al alta y a las ocho semanas de seguimiento. La ingesta dietética se evaluó con recordatorios de 24 horas, analizando la energía total y el consumo de macronutrientes y algunos micronutrientes. Al inicio del estudio, no se observaron diferencias significativas entre el grupo intervención y el grupo control en términos de edad, sexo, peso, índice de masa corporal, días de hospitalización, número de sesiones de quimioterapia ni composición de la dieta. Esto permitió atribuir con mayor solidez los cambios posteriores a la intervención nutricional.
Resultados sobre calidad de vida: mejoras físicas, sintomáticas y emocionales
Al cabo de ocho semanas, los pacientes que participaron en el programa de consejería nutricional individualizada mostraron mejoras significativas en múltiples dimensiones de la calidad de vida respecto al grupo control. En el cuestionario QLQ-C30 se registró un aumento marcado en la percepción de salud global y en la función física, lo que indica que los pacientes no solo se sentían mejor en términos generales, sino que también eran capaces de realizar actividades cotidianas con mayor facilidad. La magnitud de estas diferencias fue grande, con tamaños de efecto elevados para la salud global y la función física, lo que sugiere un beneficio clínicamente relevante, y no solo estadístico.
En las escalas de síntomas, el grupo de intervención experimentó una disminución importante de la fatiga y de la pérdida de apetito, así como una reducción significativa de las náuseas y los vómitos. Estos hallazgos concuerdan con la lógica fisiopatológica de la gastrectomía total: un plan dietético ajustado a pequeñas tomas frecuentes, con énfasis en proteínas y en la selección cuidadosa de la textura y composición de los alimentos, ayuda a estabilizar la ingesta energética, favorece un mejor control glucémico y reduce la aparición de dumping y otros síntomas digestivos molestos. Menos fatiga y mejor apetito se traducen, a su vez, en mayor energía para realizar actividades diarias, mejor ánimo y mayor adherencia a los tratamientos oncológicos.
Otro aspecto relevante fue la disminución de la preocupación económica en el grupo de intervención, probablemente relacionada con una mejor adaptación al nuevo patrón de alimentación, menor necesidad de consultas no programadas y, posiblemente, una reducción de reingresos vinculados a complicaciones nutricionales. Sin embargo, la consejería nutricional individualizada tuvo un impacto más limitado sobre otras dimensiones como la función de rol, la función cognitiva o la función social, que suelen depender con mayor fuerza de factores psicosociales, laborales y del entorno, y no exclusivamente de la intervención dietética.
Mejoría de síntomas específicos del cáncer gástrico
El módulo específico QLQ-STO22 aportó una visión más detallada de los síntomas propios del cáncer gástrico y de su tratamiento. Los pacientes del grupo de consejería nutricional individualizada mostraron una reducción significativa de la disfagia, el dolor abdominal, el reflujo y las restricciones para comer, junto con mejoras en la ansiedad y la percepción de la imagen corporal. Los tamaños de efecto fueron particularmente altos para la disfagia y las restricciones alimentarias, lo que indica que el trabajo nutricional orientado a adaptar la textura de los alimentos, enseñar técnicas de deglución seguras y organizar la dieta por volúmenes y horarios resultó especialmente eficaz.
La reducción del reflujo puede explicarse por varias estrategias dietéticas aplicadas en el programa: disminución de la ingesta de grasas, ácidos y especias que afectan al esfínter esofágico inferior, fraccionamiento de las comidas en porciones pequeñas, evitar acostarse inmediatamente después de comer y ajustar la consistencia de los alimentos para facilitar el tránsito digestivo. Estas modificaciones dietéticas están alineadas con la evidencia disponible sobre el manejo del reflujo gastroesofágico. La menor ansiedad y la mejor aceptación de la propia imagen corporal sugieren que disponer de información clara, apoyo profesional continuo y un plan alimentario adaptado a las limitaciones postquirúrgicas contribuye también al bienestar psicológico de los pacientes.
No obstante, la intervención tuvo un impacto escaso o nulo sobre algunos síntomas como la sequedad de boca, los problemas de sabor y la caída del cabello. Estos problemas suelen estar muy vinculados a los efectos de la quimioterapia y a cambios fisiológicos complejos asociados a la gastrectomía total, como la malabsorción de ciertos micronutrientes. Aunque la consejería nutricional puede mitigar parcialmente estos efectos a través de una mejor selección de alimentos y de la monitorización del estado nutricional, la naturaleza multifactorial de estos síntomas hace que no sean tan sensibles a los cambios dietéticos aplicados en un periodo relativamente corto como el de este estudio.
Conservación de peso y menor pérdida de índice de masa corporal
En el análisis de los parámetros antropométricos, el grupo que recibió consejería nutricional individualizada presentó una pérdida de peso y una reducción del índice de masa corporal significativamente menores que el grupo control a las ocho semanas. Aunque ambos grupos perdieron peso tras la gastrectomía total, la magnitud de la pérdida fue considerablemente inferior en el grupo de intervención, con tamaños de efecto grandes que reflejan un impacto clínicamente importante de la consejería nutricional. Este hallazgo es relevante, ya que la pérdida excesiva de peso y de masa muscular tras la cirugía se ha asociado con mayor riesgo de complicaciones, peor tolerancia a la quimioterapia y menor supervivencia a largo plazo.
En términos de ingesta dietética, al inicio no existían diferencias significativas entre los grupos en energía total, macronutrientes ni micronutrientes como vitaminas y minerales. Sin embargo, al final del estudio la ingesta de proteínas fue claramente superior en el grupo de intervención, sin cambios relevantes en otros nutrientes. Este incremento específico del consumo de proteínas es coherente con las recomendaciones aplicadas durante las sesiones, que insistían en priorizar este macronutriente debido a la menor capacidad de ingesta global y al mayor catabolismo asociado a la cirugía, la inflamación y la quimioterapia. El énfasis en la proteína, más que en aumentar drásticamente la energía total, parece haber sido una estrategia realista, dado que el volumen de comida tolerado por los pacientes está limitado en el periodo postoperatorio temprano.
A pesar de estas mejoras, los autores señalan que la intervención no puede evitar por completo la pérdida de peso tras la gastrectomía total, ya que esta responde también a cambios metabólicos profundos, alteraciones hormonales y a la propia agresión quirúrgica. No obstante, el hecho de reducir la magnitud de la pérdida y preservar mejor el índice de masa corporal puede tener implicaciones positivas en la funcionalidad, la fuerza, la respuesta a tratamientos y, potencialmente, en la supervivencia a largo plazo, como han sugerido trabajos previos en este campo.
Implicaciones clínicas y necesidad de un enfoque multidisciplinar
Los resultados de este ensayo clínico refuerzan la idea de que la consejería nutricional individualizada debe formar parte del cuidado estándar de los pacientes con cáncer gástrico sometidos a gastrectomía total. El impacto observado sobre la calidad de vida global, la función física, la fatiga, el apetito, la disfagia, el reflujo y la conservación del peso muestra que el acompañamiento nutricional no es un complemento accesorio, sino un componente central de la rehabilitación postquirúrgica. La estructura del programa, basada en la evaluación continua, la adaptación dinámica de las pautas alimentarias, la participación de la familia y la coordinación con el equipo oncológico, constituye un modelo práctico para su implementación en entornos clínicos reales.
Sin embargo, los propios autores reconocen algunas limitaciones que es importante considerar. La duración del seguimiento fue relativamente corta, de ocho semanas, lo que impide conocer el impacto del programa a medio y largo plazo sobre la calidad de vida, el estado nutricional y la supervivencia. Además, no se incluyeron indicadores bioquímicos objetivos, como parámetros sanguíneos de estado nutricional, que habrían permitido una caracterización más precisa de la evolución. Tampoco se evaluaron de forma detallada variables sociales como el nivel socioeconómico, el apoyo domiciliario o la alfabetización en salud, factores que podrían influir tanto en la adherencia a la intervención como en la calidad de vida.
Estas limitaciones subrayan la necesidad de desarrollar investigaciones futuras que prolonguen el seguimiento, incorporen indicadores clínicos y bioquímicos adicionales y profundicen en el papel de los determinantes sociales de la salud en la recuperación post-gastrectomía. Asimismo, los autores plantean que las mejores respuestas se alcanzarían combinando la consejería nutricional con intervenciones psicológicas y de apoyo social, integrando de forma sistemática a nutricionistas, psicólogos, enfermería, oncólogos y otros profesionales. En este sentido, la formación avanzada en nutrición clínica y oncológica, como la que se ofrece en la Maestría Internacional en Nutrición y Dietética de FUNIBER, puede resultar clave para que los profesionales de la salud diseñen, implementen y evalúen programas de consejería nutricional individualizada eficaces que contribuyan a mejorar la calidad de vida y los resultados clínicos de las personas con cáncer gástrico.
Fuente del texto: Adaptado del artículo “The effect of individual nutrition counseling on the life quality and weight in patients with gastric cancer following total gastrectomy”, publicado en Scientific Reports (Nature Portfolio), disponible en: https://www.nature.com/articles/s41598-025-18177-6
